En 2007 aparecía un reportaje en El País sobre la periodista mexicana Lydia Cacho y la ardua lucha que había emprendido años atras al destapar una amplia red de pornografía infantil en Cancún. Decidí que tenía que leerlo y también los dos libros en los que relata la pesadilla y el horror que sufrió ella y decenas de niñas y niños al verse atrapados en las garras de un par de hombres "poderosos", tras los cuales se estructuraba un impresionante aparato de corrupción a todos los niveles imaginables en la sociedad mexicana y cercanas. No deja indiferente a nadie, a pesar de que está frente a nuestras narices cada día, y a veces sin apenas percatarnos de ello.
En mayo de 2008, Lydia Cacho viajó hasta aquí, Barcelona, para recibir un premio que otorgaba Casa América Catalunya. No pude perderme esa oportunidad de conocerla, verla, apreciar a la mujer periodista que con tanto valor y arrojo se había atrevido a decir ¡basta! Desde una cuarta fila o más atrás, me senté a escucharla, escuchar su historia y su lucha, que no deja de ser la lucha de aquellos que un día creyeron que se habían quedado sin voz.
Ahora, estoy leyendo su libro Memorias de una infamia, donde relata la persecución de la que ha sido y está siendo víctima después de sacar a la luz estos sucios negocios con la publicación del libro Los demonios del Edén. No es fácil, hay muchos nombres "importantes", muchas delegaciones de gobierno, muchas almas y cuerpos en juego, muchas familias, muchas vidas. Pero ella intenta relatarlo desde la más profunda sinceridad, unas veces acallando las lágrimas y la rabia que brota sola de su ser, y otras con el alma desbocada.
No suelo recomendar casi nada, pero me es imposible callar esto. Unos se sorprenden ante las noticias que vemos cada día en televisión, o que leemos en el diario o que escuchamos en la radio. Otros buscan y estudian, memorizan e intentan imitar la obra de grandes periodistas, de los clásicos. Unos pocos conocen lo que es la verdadera razón de ser del ser periodista. Y muchos, muchísimos más, nos encontramos en un rincón, esperando a que llegue algo, sin darnos cuenta de que las cosas están allí y que sólo un ciego no las vería. Pero es que sí, estamos ciegos. Por eso, cuando me suceden cosas como ésta, que no puedes explicar, que te has quedado irónicamente sin palabras, las tengo que contar. Sí, es verdad que no es el único caso, ni el primero ni último en salir a la palestra; hay millones de ellos, ocultos bajo las piedras del poder, flotando en el aire, desperdigados, pero están allí. No sé si podemos hacer algo, ni me propongo tal empresa, pero como dice Rosa Montero en el prólogo de Memorias de una infamia, el conocimiento es la mejor forma de combatir las tinieblas, y yo creo que ahora mismo todos nos hemos quedado sin la luz de la luna.
Página web de la periodista Lydia Cacho
Audios del empresario Kamel Nacif y otras autoridades y personalidades de México
Reportaje publicado en El País