Dentro de cada persona cuerda hay un loco luchando por salir a la luz.

sábado, 1 de marzo de 2008

Así están las cosas o, al menos, eso parece...




Cómo ir al automercado

Rafael Osío Cabrices, El Nacional



Se le están acabando varias cosas en casa, o ya se le acabaron. Pero su quincena es más bien simbólica. No se angustie: mírelo como una excelente oportunidad para practicar uno de los nuevos deportes extremos que nos ha caído del cielo en este país, ir al automercado. Una actividad que le hará perder peso, le potenciará la concentración y la rapidez mentales, y que le proveerá de una buena cantidad de adrenalina para que sazone su rutinaria existencia.


Escoja uno dónde empezar. Tenga en cuenta que se trata de un deporte por etapas, como un rally: deberá ir a varios automercados para completar un 70% de la lista de compras (no espere completarla toda).


Si anda en carro, la emoción comienza temprano: luche por unos pocos metros en el estacionamiento, si tiene presencia de ánimo suficiente para dar vueltas y vueltas antes de conseguir puesto, o arriésguese a dejarlo en una acera más o menos cercana; podrá disfrutar del vértigo adicional de preguntarse si encontrará su vehículo donde lo dejó.


Entre luego al automercado y deténgase un par de segundos para evaluar la situación. Verá considerables colas en las cajas, una nube de tensión y sudor que se alza como una mala premonición. Algunos empleados de la empresa estarán luchando por organizar aquello y por apartar los carritos que se liberan. Vaya usted por uno y emprenda con valor el recorrido.

Saque su lista. Es verdad que usted pensó muy bien lo que iba a escribir allí y que no anotó bienes exóticos como la leche completa o el azúcar refinada. Pero deberá flexibilizar aún más sus expectativas, ya verá por qué. Digamos que entra por donde están las carnes, la charcutería y los pescados. Tome un número en cada sección en que va a comprar. Sepa que ese número tardará una media hora en ser llamado, pero que cuando eso pase, será una ventana de oportunidad que durará segundos, de manera que debe estar fanáticamente pendiente. Aproveche de aprender sobre la fugacidad del júbilo y la reciedumbre de la espera.


Mientras tanto, evalúe con muchísimo cuidado las bandejas de carne preempacada: la fila de hermosos bistecitos puede tener su lado oscuro. Piense cómo decirle a sus hijos que no comerán pollo sino falda de res. Y pregúntese si no es ya la hora de aprender a cocinar conejo en vez de cochino. Empuñe luego el mando del carrito con decisión. Extienda el brazo, sin desgarrarse el deltoides, para alcanzar ese último paquete de café. Distraiga a una señora de pelo rojo para acceder a un pote de aceite ecuatoriano desconocido. Apúrese para tomar los pocos paquetes de pasta nacional que todavía quedan, aunque de marcas que usted nunca ha querido, porque el resto es pasta italiana, a 24,5 Bs. F. los 500 gramos. Hágase de un par de latas de atún peruano y de chocolates brasileros; olvídese de cualquier entrañable producto colombiano.


Una vez que haya alcanzado ese ritmo, embista la sección de frutas y vegetales. Disfrute cada tomate, cada berenjena, cada níspero: no sabemos por cuánto tiempo los tendremos disponibles.Pase después por la nevera y haga como un ninja: si es suficientemente veloz, podrá ganarse un vasito de yogur con ciruelas.


Pero le falta la fase más peligrosa, hacer la cola y pagar. Desafíe las miradas de salvaje competencia de una docena de amas de casa. Ignore el pedido de cederle el turno que hace una mujer con sólo dos kilos de Harina Pan. Mire si entre los productos abandonados por clientes anteriores a los que no les alcanzaron los cachicamos y las tortugas hay algo que estaba en su lista. Defienda cada centímetro: cada sonriente doñita es un potencial adversario.


Pague, si puede. Observe cómo cada pito del lector óptico marca nuevas cifras en la pantalla verde de la registradora, ante la cara de cansancio de la cajera. Sienta cómo varias escenas de su vida pasan ante sus ojos, cómo la adrenalina se riega por sus arterias, cómo sus manos tiemblan y el sudor le impregna la espalda.Cuando saque la cartera, perciba cómo esa intensa emoción le hace sentirse vivo. Saldrá del automercado con un kilo menos y la inigualable embriaguez del peligro.

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