Dentro de cada persona cuerda hay un loco luchando por salir a la luz.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Depresión

No he ido al médico, ni al psiquiatra ni al psicólogo. No tengo una receta ni me han hecho análisis. No, no tengo depresión, no tengo ansiedad, no he llorado, no he gritado... me he escondido. He huido como huimos todos alguna vez cuando giramos la cabeza, cerramos los ojos y no escuchamos; no somos capaces siquera de escuchar nuestra voz interior. Y luego cuando volvemos a la realidad nos encontramos con ese enorme muro que hemos construido piedra a piedra, día tras día, a base de girar la cabeza, cerrar los ojos y no escuchar. ¿Qué hacer cuando el peso del mundo se te viene encima y tú sólo cuentas con 100 libras de piel y hueso y 40 kilos de salsa como dice Jarabe de palo? Es el peso de la historia personal y universal, el peso de la profesión, el peso de los demás, el de la crisis política, económica, el de las noticias que vienen y van, el de la guerra a tu alrededor, el de las risas ý lágrimas de los demás... y pare usted de contar.
Hoy chateaba, porque ya no hablaba, con un amigo "virtual" y me relataba su día en una universidad pública de Venezuela: hoy había lanzado piedras, esquivado bombas lacrimógenas, almorzado como cualquier estudiante y después había visto cómo los guardias nacionales entraban en su territorio, en el territorio de todo estudiante.
¿Qué está pasando en el mundo, qué pasa en América, qué pasa al norte de sur, qué pasa en mi país, Venezuela?
Ahora no puedo afirmar con certeza si estoy aquí o allá. Estoy aquí y creo que soy feliz, comparto ideas, discuto otras, pero siempre en silencio, no me siento quién para imponerlas. Estoy aquí y no allí, y por eso me hundo en la depresión. La impotencia y la soledad invaden mi ser. Es la bifurcación de un río que quisiera navegar a la vez. Lo que pasa es que me he quedado varada en la orilla de ese río; me monto en la barca, pero no puedo emprender rumbo, he perdido mi brújula, he perdido el norte, el sur y todos los puntos cardinales. Fuera no hay nadie que empuje la barca, ahora sólo queda esperar a que cambie el temporal y ver a dónde me llevará.