
Recuerdos de buenos y agrios momentos,
rostros que se van desdibujando con el pasar del tiempo,
sabores, olores y texturas vuelven a ti con una ráfaga de viento,
un inesperado encuentro,
un pasado creído olvidado.
Añoranza, sí. Quizás de tiempos mejores donde todas las caras se conocían y quedaba ninguna por conocer. Tiempos donde nada tenía precio, y todo merecía su valor.
Añoranza de aquellos tiempos donde no era necesario adornar los sentimientos ni las ideas con exquisitas palabras... Todo era vida, todo sucedía, se vivía y revivía.
No es malo recordar.
Y qué bien sienta añorar,porque se sabe que es una vida vivida. En plenitud.
Qué bueno es sentarse, en silencio, la vista fija en el horizonte, y recordar. Traer al presente esos eternos momentos ya vividos. Y revivirlos, en la mente, en las letras, en tus ojos. Pero cuán mejor sienta recordar junto a otro. En compañía. Compartir, reír, añorar junto a ese otro. Junto a ti, mi amadísima y añorada amiga.