
Él no sabe quién soy yo. Ni yo sé quién es él. Peor no podía empezar una historia así.
Sólo se que hay un tren, una vía y un destino. Pero como toda buena historia - o al menos eso creo yo - no acaba aquí. Hay conexiones, retrasos inesperados, cambios de vías, bifurcaciones...
Sólo sé que cada mañana sale como una flecha disparada desde esa misma esquina; lo sigo con la mirada, corro tras él y lo alcanzo. Esperamos callados, pensando, cantando, mirando, escudriñando en el rostro de los demás, escudriñando en las vías de un tren.
A veces, nuestras manos casi chocan, pero las miradas apenas se detienen. A través del reflejo del vidrio le veo venir. Él en un extremo y yo en el otro; él en un vagón y yo en el siguiente, él junto a mí y yo junto a él... tan cerca, pero tan distantes a la vez.
Yo bajo aquí, pero él sigue, no para aquí. Me sigue con la mirada y apenas si reparo en ello.
Ahora sé que baja más allá. Con prisa pero con garbo entra en un túnel a no sé donde, más allá más camino por andar... Rezagado al fondo espera el próximo vagón. Yo, temerosa de mí misma, me retiro, abandono y me marcho en la siguiente estación.
¿A dónde va?, no lo sé. ¿Qué hará?, no lo sé, ni cuándo ni cómo regresará.
Un día le veo venir, el frío roza mi rostro, los coches desvían mi atención, pero algo me dirige a su encuentro... ¿Quién es? Ahora me queda menos claro. Un frío hielo recorre mi cuerpo, la indiferencia es palpable; ¿quién es ella, y a dónde la llevas?
Otras veces, se percata de mi presencia y vuela hacia allí, me sigue, me mira, me espera. Hace alarde de leer, pero dudo que le interesen tanto las noticias del día, como el nuevo jersei que llevo hoy.
Pocas veces he mirado sus ojos, pero hoy los he visto. Recorrían cada parte de mi ser, como un niño asustado con sus ojos escondidos tratando de no ser vistos, aunque sabe que han sido descubiertos.
Esa ha sido la última vez que te he visto. Me has fallado, he fallado, el destino no ha querido cruzarnos de nuevo; el tiempo, caprichoso, no ha jugado a mí favor. Te he perdido cuando ni siquiera te había alcanzado.
Ahora te busco con todos mis sentidos, no sé en qué dirección voy, ni en la que debería ir. Las fuerzas se acaban con cada día que pasa, cada viaje perdido, con cada esperanza echada al vacío.
Pero aquí sigo esperando, cada noche junto a mi ventana, que ya no es la misma y ya no da a ese tren de recuerdos. Sin embargo, un día te esperaré, sentada en la misma esquina, en la misma vía, esperando el mismo tren que nos llevaba por el amanecer y nos reencontraba en una esperanza al atardecer.
1 comentario:
Te has propuesto actualizar el blog este 2008 o que?? Hacía mucho que no me pasaba por aquí y me he encontrado con una grata sorpresa. Grandes textos y también muy buenas las fotos. Sigue así Karen ;)
Besos...
y me fastidia tener que decirte esto pero: nos vemos el lunes!
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